Querido lectores, si es que acaso tengo. El otro día una conversación con una amiga consiguió tenerme en vela un par de noches pensando sobre lo dicho. Os dejo con mis conjeturas y mi migraña.
REALIDAD VS FICCIÓN.
Ya me había cuestionado más de una vez por qué cuando terminamos una novela (especialmente si es de terror o intriga) se instala una sensación de abandono glacial en nuestra columna vertebral, recorriéndola hasta el cuello y luchando por invadir nuestro cerebro. Yo siempre había pensado que era como un apocalipsis a pequeña escala, el fin de lo que ha sido nuestro mundo durante ese periodo de tiempo. Hay que acostumbrarse al exterior de la grafía, a un nuevo idioma, un nuevo mundo de imágenes y colores, un mundo físico fuera de nuestra mente.
Sin embargo, ahora mientras cobijaba los pies bajo la gruesa manta, protegiéndome del frío continental, las mejillas me ardían coloreandose de un poco favorecedor carmesí.
Todavía no había acabado la historia, estaba en el momento culmen de la película y las emociones brotaban sin cesar. Incluso en algún momento alguna tímida lágrima se atrevió a asomarse al balcón de mis párpados, cosa poco habitual en mi persona. Sublimaba tensión, lujuria, tragedia, terror, dolor y felicidad. Se podía palpar su fuerza, podías meterte en la piel de cada personaje, trasladarlo a tu propia persona.
Durante media hora más se mantuvo así el clima sentimental de mi habitación. Créditos, y ahí estaba de nuevo la sensación congelando mis entrañas.
Había vivido tan sofocantes emociones que era normal el cambio de temperatura de la vida. Hermoso, podría definirlo. Duele sospechar que algo irreal puede ser tan bello, tan nítido.
Eso no existe fuera de la gran pantalla, fuera de las cubiertas del libro. Y sin embargo ¿no existen de verdad esas impresiones?.
Ciertamente nunca nada es tan perfecto como un guión de cine, nada es tan completo, tan correspondiente entre sí.
Hemos idealizado ciertos conceptos. Las románticas mentes humanas nos hablan de términos insuperables, saturados y acabados. Son ideas definitivas compitiendo con un mundo imperfecto, alterable e inconsciente de sí mismo.
Nunca encontrarás física e integramente concepciones abstractas como el amor, la guerra o la pasión; y sin embargo están ahí.
Este defectuoso, falto, incompleto, inexacto, irregular y anómalo planeta en el que vivimos tiene por suerte o por desgracia un entramado mucho más complejo de realidades. No creo que vivamos en un momento puramente un sentimiento y al momento contrario otro. Es más bien un fluir, una mezcolanza de vivencias y sentimientos, mucho más terrible y colosal que cualquier representación de él.
Es cierto, el cine o la literatura no han hecho daño a nuestra concepción de la realidad. Han sido unas mentes débiles a las que les es mucho más fácil asimilar una representación más sencilla, que encaja como un puzzle que la enrevesada realidad.
Este mundo, con sus cosas malas y sus consas buenas, con sus impulsos irracionales que parecen movidos por el latir de millones de corazones, me resulta irresistible. Un rompecabezas imposible de resolver al que me encanta jugar.