miércoles, 14 de diciembre de 2011

Rompecabezas.


Querido lectores, si es que acaso tengo. El otro día una conversación con una amiga consiguió tenerme en vela un par de noches pensando sobre lo dicho. Os dejo con mis conjeturas y mi migraña.

REALIDAD VS FICCIÓN.

Ya me había cuestionado más de una vez por qué cuando terminamos una novela (especialmente si es de terror o intriga) se instala una sensación de abandono glacial en nuestra columna vertebral, recorriéndola hasta el cuello y luchando por invadir nuestro cerebro. Yo siempre había pensado que era como un apocalipsis a pequeña escala, el fin de lo que ha sido nuestro mundo durante ese periodo de tiempo. Hay que acostumbrarse al exterior de la grafía, a un nuevo idioma, un nuevo mundo de imágenes y colores, un mundo físico fuera de nuestra mente.
Sin embargo, ahora mientras cobijaba los pies bajo la gruesa manta, protegiéndome del frío continental, las mejillas me ardían coloreandose de un poco favorecedor carmesí.
Todavía no había acabado la historia, estaba en el momento culmen de la película y las emociones brotaban sin cesar. Incluso en algún momento alguna tímida lágrima se atrevió a asomarse al balcón de mis párpados, cosa poco habitual en mi persona. Sublimaba tensión, lujuria, tragedia, terror, dolor y felicidad. Se podía palpar su fuerza, podías meterte en la piel de cada personaje, trasladarlo a tu propia persona.
Durante media hora más se mantuvo así el clima sentimental de mi habitación. Créditos, y ahí estaba de nuevo la sensación congelando mis entrañas.
Había vivido tan sofocantes emociones que era normal el cambio de temperatura de la vida. Hermoso, podría definirlo. Duele sospechar que algo irreal puede ser tan bello, tan nítido.
Eso no existe fuera de la gran pantalla, fuera de las cubiertas del libro. Y sin embargo ¿no existen de verdad esas impresiones?.
Ciertamente nunca nada es tan perfecto como un guión de cine, nada es tan completo, tan correspondiente entre sí.
Hemos idealizado ciertos conceptos. Las románticas mentes humanas nos hablan de términos insuperables, saturados y acabados. Son ideas definitivas compitiendo con un mundo imperfecto, alterable e inconsciente de sí mismo.
Nunca encontrarás física e integramente concepciones abstractas como el amor, la guerra o la pasión; y sin embargo están ahí.
Este defectuoso, falto, incompleto, inexacto, irregular y anómalo planeta en el que vivimos tiene por suerte o por desgracia un entramado mucho más complejo de realidades. No creo que vivamos en un momento puramente un sentimiento y al momento contrario otro. Es más bien un fluir, una mezcolanza de vivencias y sentimientos, mucho más terrible y colosal que cualquier representación de él.
Es cierto, el cine o la literatura no han hecho daño a nuestra concepción de la realidad. Han sido unas mentes débiles a las que les es mucho más fácil asimilar una representación más sencilla, que encaja como un puzzle que la enrevesada realidad.
Este mundo, con sus cosas malas y sus consas buenas, con sus impulsos irracionales que parecen movidos por el latir de millones de corazones, me resulta irresistible. Un rompecabezas imposible de resolver al que me encanta jugar.

martes, 6 de diciembre de 2011

Divagando.


Querido blog y seguidores. Tendría mucho que decir hoy tal y como van las cosas, pero no sinceramente no sabría por dónde empezar, ni cómo abordarlo, ni si estaría aportando algo importante o no... Así que con tales dudas mejor no decir nada.
Os dejo con un pequeño escrito.

DIVAGANDO

-¿Dónde está el espacio-tiempo? Se me ha roto esa palabra. No encuentro el tiempo por ninguna parte, quizás lo hayan privatizado... Pues yo no tengo dinero. Nadie tiene dinero ¿no?. Es sólo un valor de intercambio, una tasación de lo que tenemos y queremos. ¡Pero nadie puede poner precio a mi vida!
-Mmmmm ¿Me dejas hacerte un estudio de mercado? Con el marketing adecuado puedo venderte hasta el castigo eterno como si fuese el Edén. No sería difícil estimar nuestra valoración como producto.- Guardaste silencio un segundo, escondiendo tu mirada tras los parpados- ¿Lo notas? Sin tiempo las sensaciones sólo tienen una dimensión. Están devorando el espacio, invadiéndolo violentamente.
-Pueeeesss ya han asediado mi entendimiento. No sé yo si nuestra conversación va a tener mucho sentido a partir de ahora.
-¡Bah! Mira a tu al rededor. Las cosas sin lógica son las únicas que tienen razón de ser ahora mismo.

Observé la Gran Vía, Madrid se imprimía sobre un cielo gris de nubes fundidas formando un telón de acero a la realidad. Todo se convulsionaba irregularmente en su propio absurdo, como el palpitar de un corazón doliente.
Los transeúntes sepultados en su propia existencia, pasaban a nuestro lado sin percatarse de nuestra presencia y posiblemente sin percatarse siquiera de la suya propia. Conductas aprendidas, condicionamiento, rutina, horarios, calendarios y agendas flotaban sobre sus cabezas como un aura diabólica.

-¡Qué horror!- Exclamé- No hemos perdido el tiempo, lo han secuestrado. Mira sus muñecas, lo tienen encerrado en jaulas de cristal. Antes corríamos persiguiéndolo, ahora lo esclavizamos como a un becario al que obligas a hacer informes detallados de lo que te toca hacer. Hemos encarcelado el futuro, ya nada es incierto, tenemos apuntado en nuestro planing hasta en qué baldosa pondré el siguiente pié.
-Cierto, cierto. Pero se les ha olvidado vivir.

El frío viento azotaba mi rostro y apuñalaba con mil alfileres mi garganta y mis pulmones. La pasión del invierno me bloqueó cuando la lluvia irrumpió empapando mi humor. Recordé que estabas a mi lado y que seguramente el agua también te estaba mojando.

-Deberíamos buscar un café.- Sugerí.
-Espera un rato más. Quiero disfrutar de las percepciones, de la vida, un poco más antes de que volvamos a la aleación de la humanidad. ¿No sientes ese cosquilleo de impaciencia en el estómago esperando la siguiente gota? ¿No notas el contraste de la frescura del líquido con el ardor de la piel?
-Estás hecho un poeta. - Me burlé.
-Es verdad, estoy divagando y es hora de volver a... donde sea que tenemos que volver.
-¡Dig ding! Suena la campana de Paulov. - Sonreí mientras me ayudabas a levantarme.