martes, 13 de julio de 2010

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Está mañana decidí perderme entre la calles para disfrutar del maravilloso baile de las moradas lavandas al son de la suave brisa que nos rescataba de las altas tempereaturas típicas del verano.
Mientras caminaba, me permití el lujo de pensar, algo que no está muy de moda hoy en día. Perdida en mis cavilaciones, me dije a mí misma que la vida tiene hoy un sabor a dulce sintético, a chuchería.
Desde pequeños nos empalagan con pasteles azucarados que nos impiden despertar, darnos cuenta de cuando llegará la pesadilla o incluso si ya estamos en ella. Esa sacarina nos mantiene felices, deforma la realidad, impide que nos percatemos de lo que pasa en verdad a nuestro al rededor. Es tan fácil rendirse y vivir en la inopia... Pero mientras soñamos, mientras nos edulcoran, en el mundo se viven injusticias a diario.
Sólo se puede vivir justamente como defiende Platón, a través de Socrates, en su diálogo "Critón y el deber". Hay que gritar, hay que hacer que nuestra voz suene y luchar.
Tenemos un mundo bello y delicioso que no nos debemos perder, pero hay personas que no pueden vivirlo. Hay injusticia y desigualdad. Aristóteles defendía que los hombres con deseos sanos que disfrutan son hombres prudentes. Pero no debemos abandonar nuestro deber y defender a los más débiles, a los que lo necesitan y no tiene voz.
Cedamos nuestras voces y luchemos por que el mundo tan hermoso que tenemos lo sea aún más, por que no nos embauquen con artificiales sacarinas.
Y a riesgo de parecer romántica pido que nos levantemos y que haya más Justicieros de Hielo, más Robin Hood, más Don Quijotes... y que así mañana podamos seguir disfrutando de las maravillosas lavandas.
Como dijo Oscar Wilde en esa frase que tanto le gusta a mi amiga la Reina de Corazones: "Adoro los placeres sencillos; son el último refugio de los hombres complicados."