jueves, 10 de junio de 2010

Mi querido Wittgenstein.


Wittgenstein, al igual que yo y muchos de nosotros, estaba fascinado por el lenguaje, por nuestra mente y la capacidad de plasmar (en general bastante escasa) que tienen las palabras. Defiende que las palabras no tiene significados si no usos.
Llevo un largo año oyendo estas teorías, junto con paradojas del calvo, hipótesis Chomsky, test de Berko... pero aunque muchas veces me había parado a pensar en ello, nunca había llegado a siquiera rozar los límites de la comprensión.
Hay pequeños detalles que cambian nuestras vidas. Millones de pequeñas cosas me suceden a diario que van completando ese "despliegue biográfico de mi persona" (citando a Midán.)

Esta mañana el sueño estaba pegado a mis párpados como tantas otras tras noches en vela en compañía del incordioso insomio. Esta mañana estaba enfadada con el mundo y un día gris y lluvioso acompañaba mi humor adelantandome que no tedría mucha suerte en los exámenes.
El mundo es absurdo, kafkiano; un fluir sin sentido de acontecimientos temporales que carecen significado alguno. Cuando menos sentido tenía que estuvieses, allí nos honrobas a todos con tu presencia a tan tempranas horas. No iba a desperdiciar tan delicioso regalo y me dediqué a comteplarte con silencioso pasmo, como tantas otras veces, debo admitirlo.
En una de las veces que me giré para observarte te encontré resumiendo con un gesto todo el pensar de los que te rodeabamos. Sólo era un bostezo.
Bostezar, ese maldito verbo intransitivo del latín oscitare, sólo significa hacer involuntariamente, abriendo mucho la boca, inspiración lenta y profunda y luego espiración, también prolongada y generalmente ruidosa. Es indicio de tedio, debilidad, etc., y más ordinariamente de sueño.
Pero ahí significaba mucho más, para mí. Significaba sonreir cada vez que me aburriese, una salida para escapar del letargo tedioso de algunas clases...
Entonces me pregunté: ¿Qué tal si nuestros signos estuvieran tan indeterminados como el mundo que reflejan? (Wittgenstein).
El mundo es absurdo, complicado, sujetivo y relativo... unas pocas palabras, aunque fuesen del mismísimo Garcilaso, no servirían para significar realmente ese bostezo, no se acercaran nunca a explicar sus mil sentidos posibles...