
Querido blog mío, hoy de nuevo escribo con la crispación y la afrenta como musas. Y es que de verdad hay imbéciles en la vida, y como la mayoría de las veces tu "supervivencia", por así decirlo, radica en estar bien calladito, no tengo otra que desahogarme donde puedo. Ojalá cada entrada que escribo pensando en alguien en concreto lo leyese la persona a la que va dirigida. Sé que probablemente no es así, pero me gusta imaginarme mi propio mundo perfecto.
ÁCAROS Y MÁS ÁCAROS.
" Esta vez no fue una invitación a café la que me hizo reconocerle. No hizo falta que me hablase de ningún libro, yo tenía la certeza de que se sabría muchos de memoria, es más, estaba completamente segura de que incluso habría pensado en ellos.
Y sin embargo ahí estaba, como si del mismísimo Gregorio Samsa tras su transformación se tratara. Un ácaro, moviendo sus patitas y sus pinzas, retorciéndose del placer de saberse dueño de la situación. Y es que estos ácaros necrófagos se regodean viendo el terror en los ojos de su víctima antes de ser su acompañamiento para el té.
Son los más peligrosos. Normalmente las especies fitófagas se conforman con pasar desapercibidos, con que nadie se dé cuenta de lo que que realmente son, asquerosos parásitos de la realidad y del ingenio. Seres pseudo-inteligentes, que se ven a sí mismos como genios.
Pero los necrófagos suelen ostentar cargos de poder, lugares donde demostrar su "valía", donde no se oigan los gritos de socorro.
Clavó su mirada en mi largo rato. Supongo que pensó que no sabría averiguar qué era. Porque esa es otra, estos pequeñísimos quelicerados sé creen únicos.
Le observé en silencio, cavilando sobre si el mundo tendría solución con una plaga como esta y si yo conseguiría salvarme de ese proceso, esa metamorfosis que destruyó y aún destruye la humanidad.
"Luego, a pesar suyo, su cabeza hundióse por completo y su hocico despidió débilmente su postrer aliento". Y es que la vida de los ácaros no es muy larga, por eso os animo a alejaros de ellos no vaya ser que sea contagioso."
- Mmmmmm...Me gusta aunque es algo superfluo.
- ¡Bahhh! Peores críticas he oído. Hay quien dice que ni siquiera soy yo quien escribe.
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