miércoles, 16 de febrero de 2011

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Miro el reloj, son las 10. Dentro de poco el vigilante aparecerá y apagará las luces dándome a entender que tengo que irme con una acusadora mirada. Así que decido adelantarme. Recojo mis cosas y me dirijo a la estación. Tras esperar nueve minutos bajo una fina llovizna aparece el tren que me ha de llevar a mi casa. Subo y busco un sitio vacío, los más lejos posible de la gente.
Me gusta mirar por la ventana. Como está oscuro fuera es como un espejo. si te fijas bien puedes vislumbrar el infinito. Pues en ella se refleja el reflejo de la otra ventana que refleja a su vez el reflejo de la mía que ... Al final ya no sé si yo soy yo o un reflejo más entre millones de ellos.
Paso Príncipe Pío, la antigua Estación del Norte. Parece que el mundo avanzase hacia la derecha. ¡Voy en dirección contraria! Pero entonces ¿He cogido el tren en Delicias? ¿Dónde estaba yo? Pero sólo es la percepción engañosa del reflejo que intenta confundirme. Me gusta.
Me doy cuanta que si miro a los ojos del reflejo de la persona de enfrente y este mira a los ojos de mi reflejo su reflejo me mira los ojos. ¿Estoy mirando a la persona o a su reflejo? ¿Miro yo o lo hace mi alterego de la ventana? Me gusta.
Viajo a través del tiempo y del espacio, voy al infinito, vuelvo al cero y empiezo a desvariar.
Genial. Estoy en Pozuelo. He vuelto a pasarme la parada.

2 comentarios:

  1. ¡Me gusta! :D
    Pásate tu por mi blog también :)

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  2. Querido Justiciero:
    No me había dado cuenta de que sigues actualizando. Mis más sinceras disculpas.
    He ojeado (u hojeado, la verdad es que en un blog no sé cual usar) brevemente y comentarte que, como ya sabes, me encanta el fluir de tu pensamiento.
    Sobre éste en particular decirte que el tren no es el mejor lugar para pensar si te pasas de parada... Ten cuidado ;)

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