Sus ojos se cerraron y murmuro algo entre dientes justo antes de lanzar un profundo gruñido.
-Cierra la ventana. ¡Tienes que cerrar la ventana!- Dijo la niña con adormilada impaciencia dibujada en el rostro.
Comenzó a tamborilear con sus dedos sobre la cubierta de libro que estaba leyendo. Me miró por última vez antes de sumergirse de nuevo entre las coloridas páginas.
Tras unos minutos de tranquilidad levantó de nuevo la vista.
-¿Qué escribes?- Preguntó enfurruñada.
-Lo que haces. -Contesté antes de empezar a leerselo en voz alta.
- Si, si me parece muy bien. Pero cierra la ventana.
Sonó el teléfono. Era para ella. Su expresión, casi infantil, chocaba con la voz autoritaria que utilizaba. Colgó casi con enfado, siempre era mejor no contradecirla, y volvió a la lectura.
-Podrías parar ¿No?- Dijo dirigiéndose a mí, mientras hacía ruido al chocar los labios con el dedo índice.
Realmente parecía molesta por el hecho de sentirse observada, sin embargo era para mí imposible dejar de teclear. Mi pequeña hermana con sus aire imperativo conseguía inspirarme, algo que no pasaba desde hacía tiempo.
Volvió a hacer ruido y aveces me miraba para comprobar si la observaba, parecía haberse aburrido de la lectura y buscar un motivo de riña.
Si levantase la cabeza y la mirase un segundo... Posiblemente se levantase y empezase una pelea. Tan tentador tan divertido... Como dijo Osar Wilde “La mejor forma de vencer la tentaciones es caer en ellas”.